jueves, 16 de septiembre de 2010

Don Leobardo.

Ojalá y las despedidas se agendaran
y las citas se cumplieran,
y me hubieras hablado hoy por la mañana
que aún tenias aliento,
o ayer a media tarde
en que con aire de premonición
me arrebataste los recuerdos,

ojalá te hubiera visto
y abrazado como siempre,
quizás el trance de mi pecho
hubiera sido suave como sé que suave
es la manta tierra de cobijo que te espera,

ahora entiendo el maleficio
de quedarnos sordos,
de quedarnos mudos,
de quedarnos como amigos
aún después de las tormentas infranqueables
con la niña carne de tu carne.

Que naufragio me dejas en las manos,
en los ojos,
en el alma,
en el rinconcito de este pecho
de abrazarte de hombre a suegro,
de señor entero.

Que desastre antiguo amigo,
que dolor irremediable
se abre mi maravilloso tipo,
que desastre.

Due® 8.08.10 hasta luego, salúdame a mi padre.

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