con el alma abierta para sujetar tu manos
y detenerte por si acaso alguna secta te detecta
y pretende erigirte en la virgen de su templo,
y no es que tú no lo merezcas, mandarina,
pero no sabrían como yo cual es el rincón
del corazón que más te sienta y en el suyo,
por poca adoración o por descuido,
podría darte frío,
podrían olvidarte,
quizás cerraran la ermita,
con la mano abierta asiéndome a la soga
del badajo que le obligue a la campana a tocar
once campanadas cuando la razón repose,
cuando en un suspiro duerma de cansada
y no te mire,
y crea no sentirte y crea que te hiciste a otra poesía
en otros poemas como se hizo a la mar
el velerito de papel que tiene inscritas
en el casco nuestra historia,
y sepa entender al fin este dolor
de muerte que en un rara argucia,
en una extraña broma,
convocó a la vida para que,
con cariño, con amor, amor,
en ella brevemente, coincidiéramos.
Due® 01.11.10
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