Acaso cerniendo por las madrugadas
mi fe y la esperanza junto a la luz
de los luceros tímidos y tibios
que sólo tendrán brío para prender
las ascuas que deja el olvido.
La noche caerá como siempre
y se tornará en mí eterna con color de plomo.
Te iras, pues en tu sino no había cabida
para éste loco enamorado que cambio la ruta
del destino que marcaban sus once campanadas
por el verde mar de tu mirada.
¿Para qué entonces quiero luz de aurora
si lo que calienta el corazón,
lo que llena el presente de vital amor es saber
de tu mano en la mía,
mi cabeza en tu hombro
y la huella de tu vida en mis pasos?
La noche, espero la noche redimiendo las angustias
con un tónico de medialuna a cucharadas grandes
y calentándome los labios ya no con los tuyos,
ya con un té de manzanilla ¡ah! que remedios,
todos parte de tu parte, ésa que a flor de mí dejaste.
Cuando te vayas no habrá alborada
¿para qué habría de haberla si la luz,
luz del alma mía, eres tú cual faro protector
del puerto aquí en mi mirada?
Lo sé, muero de trivialidades.
¿Pero qué sería ahora de mi historia
corazón del alma mía sin tu paso por mi vida?
Due® 06.10.10
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