era yo pecando de soberbia
al creer que querías empeñar
tu esfuerzo al caminar
a un lado de mi vera,
yo que loco enamorado
me atreví a pronosticar
que en cualquier mañana o tarde
podría adivinarte en la palma de mi mano
y que en ella se leía que el para siempre
no cejaba en el esfuerzo adecuado
de hacer bien su trabajo,
y que nuestro pacto se cumplía,
y que la distancia que naciera entre los dos
sí era eterna, pero se medía sólo
desde tu aliento hasta mis labios,
y la vida no se detenía
pues ella siempre ocupada lleva prisa,
y rápido se nos pasaba
con sus malas, con sus buenas
y con sus mejores,
y fugaces como todos somos
terminábamos juntos en polvo,
pero en polvo en los ojos de los ángeles
que en un ataque de melancolía
no se contenían
y al sentir que el desamparo
les aguijoneaba en los lagrimales
nos llovían de nuevo a los valles,
a la mar en calma,
a la humedad de nuestras sábanas,
al musgo de la piedra sobre tu librero,
a las calles de ésa tu ciudad
que entre mis versos te fundé aquel día
que en un triste desatino no supiste esperarte
y te me fuiste junto al viento
que aún no lo comprende
y te suspira consternado,
era yo amor que te quería a mi lado
para definirle al mundo el sentido
del amor y del pecado,
que locura,
que soberbia,
cuanto tanto enamorado…
Due® 21.05.10
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