Un día, quiera Dios no sea una noche,
habrá que guardar en la caja de los tiempos
tus pasos por mi tiempo, tu mirada verde,
tu trigal cabello, los reclamos por tenues
que hayan sido y las medrosas oración que
por miedo a la luz jamás hicieron ruido,
tendremos que cambiar de tu cajón
a mis valija la cajita donde duermen
los recuerdos, los olanes de tu blusa
adolescente junto a los papeles que se
escribieron desde aquellos tiempos con
nuestros sentimientos, las postales que
entregamos personalmente por desconfiar
de los correos, la cadenita sin valor
con el valor de una vida, ¿Acaso dos?
Un día que haya luz, espero que la haya, tendré
que aceitar los goznes de los puentes, tomar valor,
bajarlos, echar agua de por medio y subirlos nuevamente,
caminar al nuevo horizonte esperando que el sol
cual faro de oriente ilumine incluso por las noches,
abrir el pecho y recitar, ojalá que con amor dormido,
o al menos con cariño, el adiós.
Lo triste de que se sepa que no hay más,
es que se sabe que lo que se dio cedió completo y
no quedó ni un beso, ni una caricia en el alma,
ni una palabra, ni un juramento, ni una lágrima,
ni una letra en el tintero que no hicieran el intento.
Due® 23.11.10
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