jueves, 25 de noviembre de 2010

Santísimas pinches cadenas

Una bala en el cerebro, veneno, disfrazarse y empujarlo por la espalda a las vías del metro, pedir un auto prestado y pasar sobre su cuerpo lo menos siete veces. Todo lo había pensado y la conclusión era que no, su muerte no pagaría el daño que le había hecho ése sujeto. Su muerte no saciaría su sed de venganza.

Fue a la penitenciaría en donde un conocido de él purgaba perpetua por haber matado con inaudita saña a sus vecinos, incluidos cinco niños y dos canarios, que, según él decía, le enfermaban. Y no, por ahí tampoco iba la cosa, las puñaladas no eran lo de él. Acudió con un clérigo y éste no le convenció de la existencia del averno, así que matarlo definitivamente no era la solución.

Pasó el tiempo que todo lo cura y el seguía enfermo aunque ya tenía en mente la solución. Sin embargo el destino lo puso ante su computadora un día de mucho trabajo, era tanto el quehacer que por supuesto no le quedo más remedio que leer las cadenas que llegaban de a montón y de las cuales sólo respondía, o mejor dicho, sólo reenviaba, las que hacían la alusión de perder el alma, y después al morir, no conocer al Creador si en menos de equis minutos no la había mandado lo menos a 10 personas.

Afortunadamente el trabajo no lo distrajo ya que en el último email estaba lo que tanto había buscado. La certera venganza.

Leyó con singular atención la cadena que decía; el Divino Verbo te otorgará un deseo en menos de media hora si envías esta imagen a 10 personas (…imagen de Cristo sangrando en la cruz, con un par de ángeles consolándolo) si no lo haces, por muy piadoso que hayas sido en vida, jamás conocerás al Señor, ésta es su única invitación.

De inmediato abrió un navegador y buscó con denuedo la dirección electrónica de aquél que le había envenenado el alma, bien sabía que ése sujeto borraba todo tipo de spam antes de leerlo, así pues, borrando aquel email, no había oportunidad de que cuando pidiera su deseo algún envidioso, por su puesto aquel a quien quería hacerle el mal, se lo exorcizara y si aquel odiado no lo había borrado, siempre quedaba su experiencia como haker, además curioso como era, podía también leer las todas las pendejadas de que hubiera escrito, claro, después de re enviar la cadena.

En la búsqueda de la dirección de su odiado rival, pasó por el Facebook de San Judas Tadeo, por el de San Pedro y también por el de dos expresidentes vivos de los cuales, de verdad, no valía la pena ni dejarles una mentada de madre en el libro de visitas.

Abrió su bandeja de “nuevos”, copió la dirección de sus 9 amigos, se tronó lo dedos con verdadera angustia ya que el tiempo apremiaba y no tenía más que ésas direcciones. Su dilema ahora era, ¿enviaba la cadena a uno de los Santos o por fastidiar a los dos expresidentes?, la solución no era sencilla, así que la respuesta la echó a la suerte mientras con todo fervor, en el momento mismo de dar el clic, pedía su deseo.

Nunca supo si su deseo se cumplió, ya que a la semana siguiente un camión cargado de 45 toneladas de cemento le pasó las primeras tres ruedas en paralelo por arriba de sus piernas y las otras tres por la cabeza, matándolo, increíble, pero cierto, muy lentamente, su ultimo pensamiento no fue para su familia, ni de odio para el tipo que le había envenenado la existencia, lo ultimo que pasó por su mente fue; pinches cadenas.

Las puertas del Reino estaban de par en par abiertas y el hall desolado, pero ahí mismo, debajo del sagrado quicio, supo que todos tenían, después de entregar el equipo, que pasar por ahí.
También se enteró que San Pedro, a quien al azar había escogido en su cadena de envíos y 10 de sus camaradas estaban de vacaciones, pues Santísima la cadena como era, les había cumplido un deseo milenariamente atrasado.

Due®
24.11.10

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